A lo largo de la historia, el ser humano ha sentido una profunda curiosidad por comprender la Tierra en la que habita. Esta fascinación nos ha llevado a explorar continentes, océanos y hasta el espacio exterior. Pero, ¿qué hay debajo de nuestros pies? La Tierra esconde un mundo misterioso y complejo bajo su superficie, un reino de roca fundida, presiones extremas y temperaturas abrasadoras.
Jules Verne, en su novela clásica «Viaje al centro de la Tierra», nos invitó a imaginar un descenso épico hacia el interior del planeta. Aunque la historia es ficción, nos ofrece una puerta de entrada fascinante para comprender la estructura interna de nuestro hogar.

La Tierra se compone de varias capas concéntricas, cada una con propiedades y composiciones únicas. Empezando desde la superficie, encontramos la corteza terrestre, una capa relativamente delgada que alberga la vida tal como la conocemos. La corteza está dividida en dos tipos: la corteza oceánica, más delgada y compuesta principalmente de basalto, y la corteza continental, más gruesa y rica en granito.
Debajo de la corteza se encuentra el manto, una capa masiva que ocupa aproximadamente el 84% del volumen de la Tierra. El manto está compuesto por roca sólida pero dúctil, capaz de fluir lentamente a lo largo de millones de años. Este movimiento lento es responsable de la tectónica de placas, el proceso que da forma a las montañas, los volcanes y los terremotos.
En lo más profundo del manto, encontramos la zona de transición, una región donde la temperatura y la presión son extremas. Aquí, las rocas se encuentran en un estado intermedio entre sólido y líquido. Más abajo aún, nos adentramos en el núcleo externo, una capa líquida compuesta principalmente de hierro y níquel. El movimiento constante del núcleo externo genera un campo magnético que protege a la Tierra de las partículas dañinas del Sol.
Finalmente, en el centro del planeta se encuentra el núcleo interno, una esfera sólida de hierro y níquel sometida a presiones y temperaturas inimaginables. La temperatura estimada del núcleo interno es de alrededor de 5.200 grados Celsius, lo suficientemente caliente como para fundir cualquier material conocido.
Explorar las capas internas de la Tierra no es una tarea sencilla. Los científicos utilizan diferentes métodos para obtener información sobre su estructura y composición. La **sismología**, por ejemplo, estudia las ondas sísmicas que se propagan a través del planeta. Al analizar cómo estas ondas se refractan y reflejan en diferentes capas, los sismólogos pueden crear modelos tridimensionales de la Tierra.
La geoquímica también juega un papel fundamental en el estudio de la Tierra. Analizando las rocas y minerales extraídos de la superficie, los geoquímicos pueden inferir la composición del manto y el núcleo. Además, se utilizan técnicas como la tomografía sísmica para obtener imágenes detalladas de la estructura interna del planeta.
El viaje al centro de la Tierra sigue siendo un desafío para la ciencia moderna. Sin embargo, gracias a los avances en tecnología y a la colaboración entre diferentes disciplinas, estamos acercándonos cada vez más a comprender los misterios que se esconden bajo nuestros pies. La exploración de las capas geológicas no solo nos ayuda a entender cómo se formó nuestro planeta, sino que también tiene implicaciones para comprender fenómenos como los terremotos, las erupciones volcánicas y la evolución del clima.