**El agujero de ozono**, esa cicatriz gigante en la capa de ozono que protegía a nuestro planeta de los rayos UV dañinos del sol, parecía una amenaza insuperable. Durante décadas, las emisiones de gases como el clorofluorocarbono (CFC) contribuyeron a su expansión, poniendo en peligro la vida en la Tierra.
Sin embargo, la historia tiene un giro inesperado: **el agujero de ozono se está cerrando por sí solo**. Esto no es magia, sino el resultado del éxito de una gran iniciativa global. En 1987, los países firmaron el Protocolo de Montreal, un acuerdo histórico que prohibió la producción y uso de CFC.

Esta decisión marcó **un antes y un después** en la lucha contra el agujero de ozono. La disminución gradual de estos gases tóxicos permitió que la capa de ozono, compuesta por una capa delgada de ozono en la estratosfera, comenzara a recuperarse.
Aunque el proceso es lento, los científicos observan con cautela la reducción del tamaño del agujero y su lenta desaparición. Se estima que para finales de siglo, **el agujero de ozono habrá desaparecido completamente**, gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad internacional.
Este logro nos recuerda que cuando actuamos en unidad para proteger nuestro planeta, podemos lograr cambios asombrosos. El caso del agujero de ozono es una lección valiosa sobre la importancia de la responsabilidad ambiental y la capacidad humana para revertir daños a gran escala.