Las sondas Voyager, un hito en la exploración espacial, fueron lanzadas en 1977 con el objetivo de estudiar los planetas exteriores del sistema solar: **Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno**. Esta misión se propuso aprovechar una alineación especial de estos planetas que permitía realizar viajes más eficientes, utilizando la gravedad para acelerar las sondas.
Las Voyager 1 y 2, gemelas en su diseño y objetivos, fueron equipadas con instrumentos científicos sofisticados para recopilar datos sobre composición atmosférica, campos magnéticos y estructuras geológicas. Su viaje, inicialmente planeado como una exploración rápida de los gigantes gaseosos, se extendió por décadas gracias a sus sistemas de propulsión eficientes y la capacidad de reorientar las antenas hacia la Tierra.

A lo largo de su recorrido, las Voyager han superado con creces las expectativas iniciales. Han proporcionado imágenes impresionantes de los planetas exteriores, descubierto lunas nuevas y revelado detalles fascinantes sobre el sistema solar.
Actualmente, ambas sondas se encuentran en el espacio interestelar, más allá del límite heliosférico que marca la influencia del Sol. Voyager 1, la primera en llegar a este reino desconocido, lo hizo en 2012, mientras que Voyager 2 lo alcanzó en 2018.
La autonomía de las Voyager es asombrosa. Su diseño ha permitido su funcionamiento durante décadas, aunque sus sistemas se están debilitando gradualmente. La energía proveniente de los paneles solares disminuye a medida que se alejan del Sol, limitando su capacidad de enviar datos y operar instrumentos.
A pesar de estos desafíos, las Voyager siguen enviando información valiosa sobre el espacio interestelar, expandiendo nuestros conocimientos sobre la frontera más lejana de nuestro sistema solar. Su viaje es un testimonio de la ingeniosidad humana y la capacidad de explorar lo desconocido.